«La pretensión de tener buen ojo para la pintura plantea dos grandes interrogantes. En primer lugar, ¿cómo se aprende esta habilidad? Y, en segundo lugar, ¿hasta qué punto son fiables las conclusiones? Aunque los mejores expertos emiten sus juicios en un instante, se basan en largos años de experiencia. Del mismo modo que los críticos literarios realizan una ‘lectura minuciosa’, los entendidos practican la ‘observación minuciosa’ de los cuadros durante horas, todos los días»
MI
proyecto actual consiste en escribir una historia del oficio de los
expertos, es decir, la práctica de juzgar obras de arte,
especialmente pinturas, evaluar su calidad, atribuir estas obras (a
menudo no firmadas) a un artista determinado y diferenciar un
original de una copia (incluidas las falsificaciones). Estoy
escribiendo esta historia desde el punto de vista de un historiador
del conocimiento; será mi séptimo libro sobre el tema, cada uno
examinando el conocimiento desde un ángulo diferente. Se centrará
en Occidente desde el Renacimiento hasta la actualidad, sin dar por
sentado que este arte de juzgar sea exclusivamente occidental (los
expertos ya ejercían en China hace bastante más de mil años) o que
surgiera de repente en torno a 1500. Al igual que muchas otras
prácticas, es probable que esta existiera antes de que fuera
documentada. En el siglo XVIII, la aparición de los grabados
permitió a los expertos comparar obras dispersas por museos de
distintas partes de Europa. En el siglo XIX, la fotografía hizo lo
propio. En el siglo XX, la dendrocronología ayudó a datar las
pinturas sobre tabla. Hoy en día, la inteligencia artificial ha
empezado a utilizarse para la atribución, comparando las pinceladas
de un cuadro determinado con las pinceladas típicas de un pintor
concreto en el banco de datos de la máquina