España
lleva camino de convertirse en un desierto industrial. El sector
manufacturero perdió 350.000 afiliados desde la crisis de 2008,
quedándose en 2,38 millones, lo que contrasta con los casi tres
millones de empleos ganados en el mismo periodo en los servicios, al
pasar de 13 a 15,9 millones de ocupados. Las cifras constatan que
somos un país de servicios y explica la caída de la productividad y
el estancamiento secular de la renta per-cápita frente a nuestros
vecinos europeos.
La
industria sólo representa el 14% del PIB (incluido el sector
energético), lejos del 20% que Europa se puso como meta para finales
de la anterior década. Y la tendencia es a la baja. Nuestro país
perderá el podio como segundo productor de automóviles europeos en
favor de Hungría en los próximos años, en los que el coche
eléctrico sustituirá poco a poco al de combustibles fósiles.
En
esto momentos, sólo existen dos proyectos serios para instalar
fábricas de baterías. Y los dos pertenecen a fabricantes presentes
ya en España, Volkswagen y Stellantis. La posibilidad de que algún
fabricante chino se instale aquí ha quedado reducida a MG, propiedad
del grupo SAIC, y a Chery, que está interesada en Zona Franca
(Barcelona), pero no acaba de concretar su proyecto, al igual que
hizo anteriormente Great Wall Motors, que luego dio la espantada.